¿Cómo acompañar a un hijo que perdió a uno de sus padres?
agosto 22, 2017
Todos nos hemos detenido, alguna vez en nuestras vidas, a pensar acerca del momento en que nos moriremos, y ¿cómo será?, ¿quién estará?, ¿qué dirán?, nos situamos en este contexto hipotético pero normal, esperable, que a todos nos ocurrirá en algún momento de la vida, ¿no es cierto?! Sin embargo, cuando perdemos un ser querido, esto nos genera pena y muchos otros sentimientos displacenteros, ya que por seguro extrañaremos a esta persona, que al pasar del tiempo aprenderemos a vivir con el recuerdo de, no obstante, jamás olvidaremos.
Ahora bien, “la ley de la vida” dice que los hijos despiden a los padres y que los ancianos mueren, esta es la información que nuestro aparato psíquico es capaz de tolerar, no que los padres entierran a sus hijos, y que los hijos chicos despiden a sus padres. Entonces cuando una “familia joven”, es decir, compuesta por niños menores a 10 años, se ve enfrentada a la perdida de uno de sus padres, aquel padre que permanece vivo se encuentra frente una situación poco común, incomprensible, sin conocimiento sobre que hacer, donde lo más probable que sus pensamientos giren en torno al ¿ahora qué hago? y ¿qué le digo a los niños?
Esta respuesta depende de la edad de cada niño, no obstante, y aún que resulte difícil y doloroso debemos hablar sobre la muerte y entregar la información acorde a su comprensión. Además de permitir el espacio a cada niño para que pueda guiarnos con sus preguntas e inquietudes, nosotros tenemos la obligación de buscar el momento y lugar adecuado para explicarles con palabras sencillas y sinceras lo ocurrido, cómo, por ejemplo, “ha sucedido algo muy triste, ha muerto mamá/papá, por lo que ya no vivirá más con nosotros”. Luego según la edad, vendrán las próximas preguntas, y esas respuestas serán la información correspondiente que entregar.
Los niños menores a tres años tienen un escaso desarrollo del lenguaje verbal, sin embargo, son ricos en desarrollo sensorial y comprenden bastante. Estamos constantemente comunicándonos a través de imitaciones de sonidos, cambios de tonos, cantamos, aparecemos y desaparecemos, por lo tanto, aunque no tengan noción del concepto de muerte le diremos “papá/mamá ha fallecido, no estará más en casa” con la pena y mundo emocional que nos acompaña, el cual son expertos en leer. Luego, nosotros acogeremos su posible llanto, o quizás dificultad en el sueño y/o cambios al momento de jugar y/o comer.
Los niños entre 3 a 5 años tampoco tienen una comprensión real de la muerte, sin embargo, eso no los excluye de haber vivido sentimientos asociados a la perdida, y, además, tienen un lenguaje lo suficientemente desarrollado que les permite llegar a formular frases como “le pediré al viejito pascuero que me traiga a papá/mamá por 5 minutos”. El niño de 4 años también tiene la capacidad de preguntar ¿qué paso?, cómo adulto no debemos entregar detalles de lo ocurrido, sólo darle una explicación concreta, clara y breve.
Entre los 6 y los 9 años ya entienden el concepto de muerte, no obstante, el criterio de irreversibilidad aún no está instalado hasta los 9 años, por lo tanto, aún podemos encontrarnos con preguntas como ¿y podemos llamarlo a su celular para decirle una última cosa? Ahora cuando los niños ya han superado los 9 años, el significado de la muerte es permanente, irreversible e inevitable. A esta edad nos encontramos con preguntas como ¿qué paso?, ¿cuándo?, ¿por qué?, ¿estás tú seguro de esto?, etc, una serie de preguntas más apegadas a la realidad que buscan saber más y certificar la certeza de los hechos ya que esta noticia es totalmente intolerable, para la capacidad psíquica del niño. También puede suceder que permanezcan en silencio y no pregunten nada, lo que es una reacción habitual frente este tipo de información. Cuando un niño queda en estado de shock, es ideal poder estar a su lado, darle la mano, acompañarlo, estar en silencio y preguntarle si necesita algo. Es esperable que, en un par de días salga de este estado.
Como padres debemos entender que todos los niños son distintos, y todos los duelos son únicos y personales, así es como todos reaccionamos diferente, y no por eso, que uno es mejor o peor que otro. Tenemos que respetar los tiempos y formas en que cada hijo va a enfrentando la pérdida del padre/madre, y para facilitar dicho proceso, a continuación, les comparto 5 recomendaciones:
- Incluirlos en las ceremonias, es importante que participen en rituales como velatorio, misa, entierro, siempre y cuando quieran, no hay que obligarlos. Se recomienda, previamente, contarles de que se trata, quien estará, el porqué de estas ceremonias con el fin que entienda el significado, y lo vayamos ayudando en procesar y aceptar esta idea tan fácil a rechazar. Además, son la instancia en la cual empieza la construcción de la nueva relación.
- Es fundamental permitir expresar las emociones, aunque los niños parezcan no expresar emociones frente la perdida de uno de sus padres, igual las viven y de una forma muy intensa, pero para “callado”. Ahora si perciben que estas emociones o sentimientos “displacenteros” son aceptados por su familia, los expresaran con mayor libertad y frecuencia, lo que permitirá un proceso de duelo más saludable.
- Evitar frases como “no llores, papá está en un lugar mejor”, “mamá duerme plácidamente”, “no estés triste, papá te ve desde el cielo, ¿Qué va a decir?”, “no tengas rabia, mamá nos cuida desde el cielo”. Los niños necesitan expresar su sentir, su dolor y sentirse comprendidos por sus seres significativos. Al decir este tipo de frases solo generamos más rabia, más dolor, más tristeza, lo que impide el deshago emocional, dificultando la expresión emocional en un futuro.
- No apurar el proceso de duelo, los niños van dosificando el dolor en cantidades manejables que de otra manera seria insoportable tolerar una pena tan abrumadora. Para acompañarlos en sus tiempos lo mejor que podemos hacer es respetar, entender y acompañar, brindando respuestas y contención a cada una de estas preguntas, sentimientos y silencios que van surgiendo en el camino.
- Preocupémonos de seguir haciendo la “rutina” familiar y lo que nos caracteriza como familia. Por ejemplo, si existe la costumbre de almuerzos familiares, de salidas al cine, de salidas a la plaza, y/o paseos en bicicleta, entre otros, todo aquello deben seguir pasando. ¡Y ojalá más que antes!
No es una misión fácil, la labor de acompañar a nuestros hijos en la muerte de uno de sus padres, pero estoy segura de que todos nosotros, madre/padre, que nos ha tocado acompañar a nuestros hijos en este camino hemos querido favorecer el duelo de cada uno de ellos, desde nuestra ignorancia y amor. Espero que este articulo sea un aporte en qué hacer y en qué evitar para promover la evolución sana de un proceso de duelo.